Pocas bebidas despiertan tanta elegancia y celebración como el cava y el champagne. Aunque ambos comparten el encanto de las burbujas y el método tradicional de elaboración, su historia, origen y carácter revelan mundos  distintos que han alimentado una rivalidad tan efervescente como sus copas.
 
Orígenes y evolución histórica
El champagne nació en la región homónima del noreste de Francia, donde los monjes benedictinos, en especial Dom Pérignon en el siglo XVII, por accidente, nació el método de segunda fermentación en botella. Este proceso, conocido como méthode champenoise, fue clave para lograr la textura cremosa y las burbujas finas que hoy definen al champagne.
 
El cava, por su parte, surgió en Cataluña en el siglo XIX, cuando Josep Raventós, inspirado por los vinos  espumosos franceses, aplicó el mismo método en Sant Sadurníd’Anoia. Así nació el cava, con uvas autóctonas  como Macabeo, Xarel·lo y Parellada, que le otorgan un perfil más fresco y frutal.
 
Una rivalidad con sabor a terroir
Aunque ambos se elaboran con el mismo método, sus diferencias son notables. El champagne utiliza variedades como Chardonnay, Pinot Noir y Pinot Meunier, cultivadas en suelos calcáreos y fríos, lo que da lugar a vinos más complejos, con notas de pan tostado, frutos secos y mineralidad.
El cava, en cambio, refleja el clima mediterráneo y suelos más cálidos, resultando en vinos más ligeros, cítricos y florales. Esta diferencia de terroir ha sido fuente de comparaciones constantes, donde el champagne suele ocupar el pedestal del lujo, mientras el cava se posiciona como una alternativa más accesible pero igualmente refinada.
 
Zonas productivas clave
 
• Champagne (Francia):
Reims, Épernay y Côte des Blancs son algunas de las subregiones más prestigiosas.
• Cava (España): aunque Cataluña sigue siendo el corazón del cava, otras zonas como Rioja, Extremadura y Valencia también producen bajo la Denominación de Origen Cava.
 
Maridaje: burbujas que elevan sabores
Ambos espumosos son versátiles en la mesa. El champagne, con su acidez y complejidad, marida perfectamente con ostras, sushi, foie gras y quesos como el brie. El cava, más fresco y frutal, acompaña bien tapas, paellas, mariscos y hasta postres como la crema catalana.
Una categoría especial es el rosé, tanto en cava como en champagne, que añade notas de frutos rojos y se  convierte en el aliado ideal para platos más intensos como carnes blancas o cocina asiática.
 
Curiosidades que encantan 
• El champagne fue símbolo de aristocracia y poder desde el siglo XVIII, mientras que el cava se popularizó como bebida festiva en España.
• El cava tiene una clasificación por tiempo de crianza: Cava (mínimo 9 meses), Reserva (15 meses) y Gran  reserva (30 meses).
• En Francia, solo los vinos espumosos producidos en Champagne pueden usar ese nombre. En España, el término “cava” se reserva para los espumosos elaborados con método tradicional bajo la DO Cava.
 
Conclusión
Más que rivales, cava y champagne son dos expresiones de una misma pasión: transformar uvas en momentos  inolvidables. Ya sea brindando en una boda o acompañando una cena íntima, sus burbujas siguen contando historias de tradición, innovación y placer. ¿Y tú, cuál prefieres descorchar?